Si alguna vez has sentido una acidez que no se va con los antiácidos, puede que estés frente a algo más serio: el síndrome de Zollinger‑Ellison. Se trata de una enfermedad rara que provoca la producción excesiva de ácido en el estómago, y suele estar relacionada con tumores llamados gastrinomas.
Los gastrinomas son pequeños tumores que se forman, en la mayoría de los casos, en el páncreas o en el duodeno. Estos tumores liberan gastrina, una hormona que estimula al estómago a producir ácido. Cuando la gastrina está en exceso, el estómago produce tanto ácido que se queman los tejidos del duodeno y el intestino delgado, generando úlceras que aparecen con frecuencia y son difíciles de curar.
Los síntomas más típicos incluyen:
Si notas varios de estos signos, lo mejor es consultar a un gastroenterólogo. El médico suele pedir análisis de sangre para medir la gastrina y pruebas de imagen (TC, resonancia o endoscopia) para localizar el tumor.
En cuanto al tratamiento, la primera línea es controlar la producción de ácido. Los inhibidores de la bomba de protones (omeprazol, pantoprazol) son muy eficaces y suelen tomarse en dosis altas y prolongadas. Además, si el gastrinoma es pequeño y localizado, la cirugía puede eliminarlo por completo. En casos más avanzados, se utilizan terapias dirigidas o quimioterapia para frenar el crecimiento tumoral.
Es importante llevar un estilo de vida que reduzca la irritación gástrica: evita alimentos muy picantes, alcohol y tabaco. Comer porciones pequeñas y frecuentes ayuda a disminuir la carga de ácido. También es útil mantener un registro de los síntomas para mostrárselo al médico y ajustar el tratamiento según lo necesites.
En resumen, el síndrome de Zollinger‑Ellison no es una condición que se deba subestimar. Con un diagnóstico temprano y un manejo adecuado del ácido, la mayoría de los pacientes pueden vivir con pocos episodios de dolor y una buena calidad de vida. Si sospechas que puedes tenerlo, actúa rápido y pide una valoración médica especializada.
Descubre qué es el síndrome de Zollinger‑Ellison, cómo se diagnostica y por qué la monitorización continua es clave para evitar complicaciones graves.
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